Tras mudarnos de Seattle a San Francisco a principios de año, mi mujer y yo estábamos encantados de ver el entusiasmo con el que nuestros hijos Martha, Jacob, y Harry, de 7, 9 y 12 años, se adaptaban a nuestro nuevo hogar. Sus notas habían mejorado, y para celebrarlo planeamos un fin de semana sorpresa en Washington, D.C.
Nuestra aventura empezó en el aeropuerto Ronald Reagan, donde nos recibió nuestro chofer, Gilberto Jr. Su coche brillaba bajo el sol de la tarde, augurando un viaje emocionante. Nos llevó hasta el Hotel Hay-Adams, y una vez allí nos esperó pacientemente mientras hacíamos el check-in y descansábamos un poco antes de llevarnos al centro a cenar.
Por la mañana, Gilberto Jr. nos condujo al National Mall. Nuestro destino principal eran los museos Smithsonianos, en concreto el Museo Nacional del Aire y el Espacio, al que Harry había querido ir desde muy pequeño. Las interesantes explicaciones de nuestro chofer acerca de la historia y la cultura de la ciudad mantuvieron la curiosidad de los niños, que escuchaban atentos todo cuanto él decía.
Visitamos el Monumento a Lincoln, el monumento a Washington y el Capitolio, pero lo mejor del día fue la Catedral Nacional. Gilberto Jr. nos sorprendió a todos señalando una gárgola de piedra en la fachada que representaba nada más y nada menos que a Darth Vader. Los niños no salían de su asombro, y su admiración por Gilberto Jr. se disparó. Fue un momento mágico que nos hizo sonreír a todos.
Cuando terminó el fin de semana, Gilberto Jr. nos llevó de vuelta al aeropuerto. En retrospectiva, nos sentimos muy agradecidos por los recuerdos creados, a sabiendas de que nuestra familia recordaría y apreciaría durante muchos años los días pasados en la capital.
«Fue un placer guiar a esta maravillosa familia por Washington. Ver la emoción y el asombro de los niños hizo que el viaje fuera inolvidable. Es por momentos como estos por lo que amo mi profesión».