Aterricé en Lisboa a primera hora de la mañana. Me esperaba un día ajetreado, con cinco reuniones repartidas por toda la ciudad antes de mi vuelo de regreso a Londres. Artur, mi chofer, me recibió en el aeropuerto con una amable sonrisa. Su atención y buenos modales me transmitían tranquilidad, así como la seguridad de que el día transcurriría sin sobresaltos. Nos pusimos en marcha a bordo de su elegante Mercedes EQS SUV.
Artur había se había preparado muy bien el itinerario para que llegáramos puntuales a cada cita. Mientras yo estaba reunido, él me esperaba pacientemente, con el vehículo preparado. Cuando íbamos camino de la cuarta reunión, una llamada repentina me avisó de que mi última cita se había cancelado. Informé a Artur del cambio de planes, dando por hecho que mi día terminaría antes de lo previsto.
Sin embargo, Artur me propuso una alternativa a una larga espera en el aeropuerto antes de la salida de mi vuelo. Me sugirió una breve visita turística por Lisboa. Sin dudarlo, acepté la propuesta. Aunque disponíamos de poco tiempo se las ingenió para llevarme a los lugares más importantes de la ciudad, compartiendo conmigo historias fascinantes sobre cada uno de ellos.
La guinda del pastel fue cruzar el emblemático Ponte 25 de Abril hasta el Santuário de Cristo Rei. Las vistas de Lisboa desde el mirador eran espectaculares. Y, mientras volvíamos al aeropuerto, me sentí muy feliz por haber aceptado su sugerencia, así como por su ágil conducción por la ciudad.
Antes de despedirme, agradecí a Artur su excepcional servicio y el inesperado toque final que le había dado a mi viaje de negocios. Su sonrisa y sus buenos deseos por un tranquilo vuelo de regreso me hicieron apreciar los bellos momentos que se pueden encontrar incluso en los días más ajetreados.
«Disfruto mostrando destellos de la belleza de Lisboa a mis pasajeros. Les ayuda a sobrellevar sus apretadas agendas, y son momentos de alegría y conexión que hacen que cada día sea memorable».