Como director de operaciones de un centro de I+D en Hamburgo, tuve que volar a Budapest para evaluar a un posible proveedor de materiales superconductores. Mi asistente personal se había encargado de que un chofer me llevara del aeropuerto a sus oficinas, y de regreso una vez finalizada la reunión. Cuando aterricé, Attila estaba esperándome, portando una pizarra con el logotipo de mi empresa. Su aspecto impecable y su postura firme enseguida me inspiraron confianza.
Sin embargo, justo al salir del aeropuerto, mi asistente me llamó para informarme de que la reunión se había cancelado sin motivo aparente. Al principio pensé que mi visita habría sido en vano, pero entonces Attila pareció percatarse de que algo no iba bien y me preguntó si podía ayudarme con algo. Le expliqué cómo, de repente, me había quedado con la agenda libre.

Attila adoptó un aire pensativo, y entonces me ofreció una solución sorprendente. Por lo visto, tras muchos años trabajando como chofer en Budapest, conocía muy bien la industria local, y mencionó otro fabricante de materiales superconductores, menos conocido, para el que hacía traslados con cierta regularidad. Tras darle mi consentimiento, Attila efectuó una rápida llamada telefónica y, en cuestión de minutos, había logrado concertar una reunión con dicha empresa, que resultó conocer el centro de I+D en el que trabajaba.
Nos dirigimos entonces al nuevo destino, animado por el inesperado giro de los acontecimientos. La reunión superó todas las expectativas, y durante la visita a la fábrica comprobé que los materiales eran de primera calidad, los precios muy competitivos, y las condiciones que me ofrecían se ajustaban perfectamente a mis necesidades. La capacidad de respuesta de la empresa y su predisposición a negociar la convertían en el socio ideal.
Cuando regresé a Alemania, en menos de una semana había logrado cerrar un acuerdo con ellos, y no tardaron en convertirse en nuestro proveedor preferente. En la actualidad viajo a Budapest con regularidad, y en cada nueva visita me desplazo con Attila, cuyo ingenio transformó un posible contratiempo en una misión de éxito. Su dedicación y conocimiento de la ciudad me ayudaron de manera inequívoca durante mi viaje de negocios.

«La resolución de un chofer puede convertir un contratiempo en un éxito, al crear oportunidades donde parece que no las hay. Me gusta ofrecer mi experiencia con la esperanza de que conduzca a un viaje fructífero».