A mi hija Sophia siempre le ha gustado mucho el arte, y durante todo su último año de instituto, con 17 años, esperó ilusionada su viaje de fin de curso a Ámsterdam. Por eso quedó bastante decepcionada cuando un inoportuno esguince de tobillo le obligó a cancelar el viaje justo el día antes de su inicio. Mi marido y yo quisimos reconocer sus esfuerzos durante todo el año, y decidimos recompensarla con un viaje familiar a los Países Bajos una vez recuperada de su lesión.
Al aterrizar en Schiphol, nos dio la bienvenida nuestro chofer Romeo. Nos recogió en un flamante Mercedes EQV eléctrico. Habiendo informado a Romeo de antemano sobre la pasión de Sophia por el arte, había adaptado nuestro itinerario para incluir tanto lugares famosos como joyas ocultas de la ciudad, que complementó con unas interesantes explicaciones que sumaron sin duda a la experiencia.
Tras instalarnos en el hotel Conservatorium, nos embarcamos en un recorrido por las pintorescas calles y canales de Ámsterdam. Los conocimientos que tenía Romeo de la ciudad eran impresionantes, llevándonos hasta lugares menos conocidos que captaban la esencia de la capital holandesa a la perfección, más allá de las rutas turísticas habituales.
Lo mejor del fin de semana fue visitar el Museo Van Gogh y el Rijksmuseum. Ver cómo se le iluminaban los ojos a Sofía al admirar por fin las obras maestras que tanto había deseado contemplar fue algo inolvidable. También encontramos un hueco para visitar la Casa de Ana Frank, una experiencia profundamente conmovedora para toda la familia.
El atento servicio de Romeo no se limitó a hacernos de chofer y guía; también se encargó de organizar una espléndida cena en el restaurante The Duchess, logrando que las noches fueran tan encantadoras como los días. Se preocupó por que nuestro viaje fuera perfecto y agradable, añadiendo un toque de elegancia en todo momento.
Cuando partimos de Ámsterdam, la alegría en el rostro de Sophia nos confirmó que habíamos logrado cumplir su sueño. Nos marchamos con grandes recuerdos y agradecidos por el excepcional cuidado y servicio de Romeo, que hicieron que nuestra pequeña escapada cultural fuera realmente especial.
«Ser testigo del aprecio de mis pasajeros por el arte y la cultura de la ciudad, y ayudar a que su viaje sea perfecto, destaca en verdad el valor de un servicio personalizado y atento».