Llegué al aeropuerto de Farnborough procedente de París, donde he trabajado como diseñadora de interiores durante más de 20 años. Al salir de la terminal, me recibió Anthony, mi chofer para el fin de semana. Su actitud tranquila y silenciosa destilaba profesionalidad, sin embargo, mientras nos dirigíamos hacia el centro de Londres, entablé una conversación con él.
Para mi sorpresa, Anthony resultó ser un gran aficionado al arte. Nuestra charla se centró en la vibrante escena artística londinense, y Anthony compartió sus conocimientos sobre la variada oferta de museos y galerías de la ciudad. Sus sugerencias para navegar por el Londres artístico bajo una nueva perspectiva me fascinaron, marcando una prometedora y enriquecedora pauta para los días siguientes.

Mientras recorríamos las calles de Londres, mencioné mi deseo de encontrar un regalo especial para mi hija Beatrice. Sin dudarlo, Anthony me recomendó Bloomsbury y Camden Market, entre cuyas librerías de segunda mano aguardaban tesoros ocultos. Mientras yo curioseaba por las estanterías, Anthony esperaba pacientemente fuera, una presencia reconfortante en medio de la bulliciosa multitud.
El sábado nos sumergimos en las emblemáticas salas de la Tate Modern y el Victoria and Albert Museum. El día siguiente lo dedicamos a explorar galerías de arte menos conocidas y a relacionarnos con artistas locales, buscando joyas ocultas para incorporar a futuros proyectos de interiorismo.
El domingo por la tarde llegó el momento de despedirse de Londres. De regreso al aeropuerto de Heathrow, le enseñé a Anthony el libro que había elegido para Beatrice: «Cómo ser una chica francesa», de Rose Cleary, una lectura caprichosa y perspicaz que sabía que le iba a gustar.
Perdida en mis pensamientos sobre las semanas que tenía por delante y los acontecimientos que me esperaban de vuelta en París, el amable anuncio de Anthony sobre nuestra llegada a destino me devolvió al momento presente. En Heathrow, me despedí de él con gratitud por su impecable servicio y su genuina camaradería durante toda mi estancia.

«La riqueza cultural de Londres es realmente incomparable. Me esfuerzo por ofrecer una experiencia envolvente a mis pasajeros, que les permita apreciar plenamente la belleza y la diversidad de esta vibrante ciudad».