Cuando me jubilé, tras décadas trabajando en un bufete de abogados, decidí autorregalarme un crucero por el Caribe para mí y mi familia, con salida desde el puerto de Miami: viajaría con mi mujer, mi hijo, mi nuera y, por supuesto, mis dos queridos nietos de 8 y 11 años. Fueron unas vacaciones relajantes y maravillosas, aunque empezaron con un contratiempo al retrasarse el vuelo desde San Francisco. Una situación que nuestro chofer, Stevan, gestionó de manera impecable.
Stevan nos dio la bienvenida nada más aterrizar en Miami. Su amplio Cadillac Escalade nos proporcionaba espacio y comodidad después del largo vuelo, y nos permitía viajar con estilo. Nuestro chofer se anticipó a nuestra urgencia para llegar al puerto y, de manera proactiva, se había puesto en contacto con el capitán del barco. Al informar de nuestra inminente llegada se aseguraba de que embarcáramos antes de que el barco zarpara.
Nuestras preocupaciones se disiparon gracias a Stevan. Nos guio con pericia por las ajetreadas carreteras de Miami, y su conducción firme y segura creó el ambiente propicio para que nos relajáramos ante el tan ansiado viaje que nos aguardaba.
Cuando llegamos a destino, antes de lo previsto, Stevan se ocupó de coordinar el traslado de nuestro equipaje a los camarotes, e incluso tuvo el gesto considerado de esperar en el muelle, junto a su vehículo, hasta que estuvimos todos a bordo. Fue la guinda del pastel de lo que sin duda iban a ser unas vacaciones memorables.
«Como chofer, tengo el privilegio de convertir las prisas en momentos de tranquilidad y de garantizar un viaje seguro. Me encantó poder llevar a esta familia hasta el crucero de sus sueños, dándoles paz y seguridad».