Hace dos años, tras jubilarme, pasé unos meses recorriendo Europa con dos de mis mejores amigas, con quienes comparto una gran pasión por el arte y la cultura. Partimos de Uruguay, y al llegar a España nuestro itinerario nos llevó primero a Madrid y Barcelona, pero fue nuestro siguiente destino, Bilbao, el que despertó en nosotras una especial curiosidad. Por supuesto, habíamos oído hablar del Museo Guggenheim, pero apenas sabíamos nada más de la ciudad. Todo eso cambió en cuanto conocimos a Oscar, quien nos descubrió un Bilbao inolvidable.

Primero nos trasladó en su cómodo vehículo desde el aeropuerto hasta el elegante Hotel Carlton. Iba muy bien vestido, era educado y nos hizo sentir algo más que simples turistas. Por la tarde, nuestra esperada visita al Guggenheim superó con creces las expectativas. Sin embargo, aquello solo era el principio, ya que Oscar estaba decidido a mostrarnos la verdadera esencia de Bilbao.
Solo disponíamos de dos noches en la ciudad, pero gracias a Oscar descubrimos rincones sorprendentes que de otro modo seguramente habríamos omitido, como el centro cultural Azkuna Zentroa o la galería de arte Sala Rekalde. También nos llevó hasta el Puente de Bizkaia, una joya arquitectónica declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, de la que no habíamos oído hablar.
Sin embargo, lo más memorable fue la impresionante vista panorámica desde el monte Artxanda. Contemplando la ciudad desde el mirador, nos dimos cuenta de lo equivocadas que habíamos estado al pensar que Bilbao era solo una ciudad industrial como tantas otras. Descubrimos un lugar repleto de historia y belleza, y todo gracias a Oscar, que fue mucho más allá de su deber como conductor para asegurarse de que viéramos Bilbao con los ojos de alguien que la ama de verdad.

«Mostrar a los viajeros la belleza de mi ciudad es un privilegio; me esfuerzo para que se lleven recuerdos inolvidables de esta maravillosa región».