La primavera pasada formé parte de un grupo de cinco estudiantes de posgrado en arqueología que, junto a nuestro profesor de la Universidad Autónoma de Yucatán, participó en un programa de intercambio en Lima organizado por la Pontificia Universidad Católica del Perú. Nuestra estancia consistía en un ambicioso itinerario que incluía visitas a algunos de los yacimientos arqueológicos más emblemáticos de la ciudad. César, nuestro chofer privado en Lima, jugó un papel fundamental para que el viaje no solo resultara educativo, sino también sumamente agradable.

César demostró tener grandes conocimientos de Lima y sus tesoros históricos. Nos guio con destreza por las atestadas calles de la ciudad para visitar lugares tan importantes como las ruinas de Pachacamac y la pirámide de Huaca Pucllana. Su capacidad para adaptarse a nuestras necesidades, combinada con su amable actitud, nos permitió seguir el guion establecido sin sentirnos presionados en ningún momento.
El momento culminante de nuestro viaje fue la visita a la zona arqueológica de Caral, hogar de las pirámides más antiguas de América, con una antigüedad de alrededor de 5.000 años. Está a tres horas en coche de Lima, por lo que organizar esta excursión supuso todo un desafío. Por suerte, la habilidad logística de César lo hizo posible. Durante el trayecto, nos regaló con fascinantes anécdotas sobre la historia y la cultura peruanas, enriqueciendo nuestro viaje de una manera que ningún libro de texto podría igualar.
Nuestra última noche en Perú, mientras comentábamos el viaje, todos coincidimos en que el apoyo de César había sido inestimable. Sus conocimientos, su amabilidad y su dedicación transformaron nuestra estancia en Lima en una experiencia extraordinaria, dejándonos un profundo aprecio tanto por la historia de Perú como por su excepcional servicio.

«Guiar a los viajeros a través de la rica historia de Perú es un privilegio; me esfuerzo por hacer que su viaje sea tanto educativo como inolvidable».