Como viajero frecuente de negocios a París, he llegado a apreciar el valor del tiempo. En un viaje reciente con compañeros de trabajo, nuestros planes se fueron al traste cuando nuestro vuelo se desvió inesperadamente al aeropuerto de Beauvais debido a las inclemencias meteorológicas.
Al desembarcar en BVA, me sorprendí mucho al ver a Nasr-Eddine, nuestro chofer, a quien ya conocía de viajes anteriores a París. Mostraba una tableta con el logotipo de nuestra empresa y, en un primer momento, me pregunté si su presencia era mera coincidencia y quizá estaba esperando a otros compañeros que también viajaban aquel día a París. Sin embargo, el gesto de reconocimiento de Nasr-Eddine me confirmó que, sin lugar a duda, estaba allí para recogernos a nosotros.
De camino al aparcamiento y a su elegante Mercedes Clase V, Nasr-Eddine me explicó cómo se había comunicado proactivamente con mi secretaria Erika y se había desplazado rápidamente a Beauvais para asegurarse de estar allí esperando cuando aterrizáramos.
La conducción tranquila y serena de Nasr-Eddine en mitad de aquel día lluvioso nos proporcionó una muy necesaria sensación de estabilidad. Al llegar a nuestro destino en La Défense, mucho antes de lo previsto, comprobamos que habíamos sido los primeros de todas delegaciones europeas en llegar a la sede de la empresa.
Nuestro chófer había transformado lo que podría haber sido un auténtico calvario en un momento de tranquilidad. Gracias a su previsión, y mientras esperábamos la llegada de nuestros colegas, pudimos incluso disfrutar de un delicioso desayuno francés en una preciosa cafetería cercana.
«Me anticipo a las necesidades y me esfuerzo por transformar el caos en tranquilidad. Es mi compromiso para que los pasajeros lleguen a destino de forma segura».