Tuve que viajar de Londres a Madrid para una importante reunión de negocios. Aterricé en el aeropuerto de Barajas el día anterior, bien entrada la noche, donde ya me esperaba mi chofer Rodrigo. Me acompañó hasta un elegante Mercedes Clase S que ofrecía un amplio espacio en los asientos traseros, algo muy de agradecer dada mi edad, y mientras nos dirigíamos al Hotel Ritz, confirmó conmigo la agenda para el día siguiente. Le indiqué que tenía una reunión a las 8 de la mañana en el parque empresarial de las Cuatro Torres, y acordamos una recogida puntual a las 7.30 para que me diera tiempo a desayunar.
Hice el check-in en el hotel y me fui directo a la cama. Para mi sorpresa, el teléfono de la habitación sonó a las 6:05, o eso creía yo. Era Rodrigo, quien desde recepción había pedido al conserje que me despertara. Confundido, pregunté por qué llamaban tan temprano. El conserje me aclaró que en realidad eran las 7:05. Mi teléfono, que seguía en modo avión, llevaba una hora de retraso y mostraba la hora del Reino Unido. Rodrigo se había preocupado por si me había quedado dormido, después de consultar con el conserje y descubrir que no había bajado a desayunar.
Agradeciendo su iniciativa, me vestí rápidamente y bajé a recepción. Comprobé agradecido que Rodrigo había gestionado con la cocina del hotel que me entregaran una pequeña bolsa de desayuno con fruta variada y un café para llevar. «Para que no empiece el día con el estómago vacío», me dijo con una cálida sonrisa.
Gracias a la previsión y agilidad de Rodrigo llegué a mi reunión a tiempo y bien preparado. Su servicio atento y su rápida capacidad de reacción me resultaron de gran ayuda y me dejaron con un profundo aprecio por ese toque humano tan importante en los viajes corporativos.
«Al anticiparme a las necesidades y actuar con rapidez, me aseguro de que mis pasajeros disfruten de un viaje tranquilo. La atención al detalle convierte un posible contratiempo en una experiencia memorable».