El año pasado, durante un congreso tecnológico en Barcelona, tuve que encargarme de organizar una exclusiva cena para nuestros clientes más importantes. Sin embargo, y debido a un contratiempo burocrático, me encontré con que la reserva en el restaurante no había sido confirmada.
Kevin, mi chofer durante aquella semana en Barcelona, notó mi preocupación y preguntó con prudencia si todo iba bien. Cuando le expliqué lo que había pasado con la reserva del restaurante, me pidió que le dejará ocuparse del asunto. Fiel a su palabra, al concluir la jornada y recogerme en la sede del congreso, Kevin me saludó y anunció que había conseguido una mesa para nuestro grupo nada más y nada menos que en la renombrada marisquería Botafumeiro.
Quedé maravillada por la actitud resolutiva de Kevin, que había conseguido solucionar lo que a priori parecía un problema de difícil solución. Al atardecer, condujo a nuestro grupo hasta el restaurante en su elegante e impecable minivan Mercedes.
Una vez en Botafumeiro, y rodeados del aroma del mejor marisco de la ciudad, nuestra velada se desarrolló en un ambiente distendido que propició prometedores y fructíferos acuerdos con nuestros clientes. El atento servicio de Kevin había conseguido que todo se cuidara al detalle, y que disfrutáramos de una inolvidable experiencia gastronómica que superó todas nuestras expectativas.
Más tarde, al despedirnos en el hotel, le agradecí su inestimable ayuda y profesionalidad. En respuesta, Kevin se limitó a asentir, con una sonrisa que reflejaba la fiabilidad y confianza tan inherentes a su profesión.
«En los momentos de crisis, además de conducir, se debe ofrecer tranquilidad, para que los pasajeros superen cualquier dificultad».