Tuve que coordinar un importante viaje de negocios a Milán junto a otros tres directivos, con toda nuestra atención puesta en la estrategia de ventas para el próximo año. Dos de nosotros volábamos desde los servicios centrales en Londres, y teníamos que esperar a nuestros colegas de Copenhague, cuyos vuelos estaban programados con solo unos minutos de diferencia. Al salir de la sala de recogida de equipajes, nos sorprendió gratamente encontrar a nuestros socios en compañía de Claudio, nuestro chofer, que les había obsequiado con un té aromático como gesto de bienvenida.
Claudio irradiaba serenidad y confianza. Nos mostró el camino hasta una Mercedes Clase V nueva y reluciente. El fresco aroma a cuero delataba el impecable estado del vehículo, fiel reflejo del compromiso de nuestro chofer con la excelencia.
Una vez en el vehículo Claudio me entregó una carpeta con la agenda para nuestra estancia en Milán, un considerado gesto que había sido posible gracias a la coordinación entre Gloria, mi atenta secretaria, y él. Me sentí muy agradecido por su ayuda proactiva.
De camino al prestigioso hotel Mandarin Oriental, se me hizo evidente el atento comportamiento de nuestro chofer. Al percatarse de que ya empezamos a debatir asuntos comerciales entre nosotros, bajó el volumen de la ya de por sí tranquila música, demostrando así comprender nuestras necesidades y fomentando el ambiente propicio para conversaciones productivas.
Al llegar al hotel, cerca de la famosa ópera de La Scala, me sentí revitalizado y preparado para afrontar los retos que nos esperaban. Me despedí de Claudio esperando que fuera él quien nos llevara de vuelta al aeropuerto, una vez terminada nuestra experiencia milanesa.
«Como chofer, mi objetivo es superar las expectativas y cultivar una sensación de confort y confianza en cada viaje. Es mi privilegio —y mi pasión—, guiar a los viajeros con amabilidad y eficacia».