Al llegar al aeropuerto JFK con mi esposa Mallory y nuestros hijos Oliver y Luna, nos recibió Alexander, cuya cálida sonrisa nos hizo sentir como en casa. Llevaba un cartel con nuestro apellido, y nos condujo a los cuatro a su impresionante Cadillac Escalade, donde ya tenía preparado un elevador para la pequeña Luna. Además, y por sorpresa, le regaló un pequeño llavero con un osito de peluche que decía «I love NY», un detalle que nos encantó a todos.
Oliver estaba un poco nervioso por su nueva aventura en la Léman Manhattan Preparatory School, y mi mujer y yo éramos conscientes de lo importante que era que su aterrizaje en la ciudad fuera lo más suave posible. Una vez que Oliver se instaló en su residencia en el 37 de Wall Street, nos dirigimos al cercano Milennium Hilton Downtown. Alexander se aseguró de que estuviéramos cómodos en todo momento.
Mientras tanto, sin que mi familia lo supiera, había organizado una sorpresa especial con la ayuda de Alexander: un viaje a Broadway para ver El Rey León. Cuando llegamos al teatro, nos mostró las entradas en un acto que llenó a Oliver de alegría y emoción. Durante el espectáculo, nuestro chofer permaneció siempre cerca, listo para llevarnos a cenar a The Lambs, donde una mesa aguardaba a nuestra familia.
Al terminar el día, las preocupaciones de Oliver se habían desvanecido, sustituidas por la emoción de la aventura neoyorquina. No podría haber imaginado un comienzo más perfecto para el viaje americano de mi hijo. Contar con Alexander como mi aliado de confianza marcó la diferencia, realzando los ánimos familiares y grabando para siempre en nuestra memoria los recuerdos de Nueva York.
«Guiar a las familias por las vibrantes calles de Nueva York es un privilegio. Cada viaje es una oportunidad para crear recuerdos duraderos y compartir la emoción de nuevas aventuras».